He tenido una iguana durante 12 años. La reina de mi casa y de mi vida.
Hace cinco días se murió. Tenía 13 años y medio.
Los últimos tres años ha estado delicada de salud, con distintos episodios raros y graves de los que ha ido saliendo airosa, y no puedo decir que solo gracias a su veterinario. Días y meses de inyecciones y medicamentos, ahora antibiótico, ahora antiinflamatorios, ahora diuréticos, ahora que si tiene la tensión alta, ahora que si el riñón ya no va, ahora que se le ha perjudicado el hígado, y con los que lejos de mejorar, el animal empezaba a fallar por un lado y otro. (sin mencionar los miles, y digo bien, miles de euros gastados, que no han sido mil, ni dos mil….)
Entre tratamiento y tratamiento, mis cuidados permanentes, días y días sin dormir, sin salir de casa, consultas hasta al extranjero, falta de diagnósticos claros, sentido común y sus ganas de vivir, conseguí que saliera de todos estos procesos y mantenerla con una buena calidad de vida, hasta que el pasado día 26 me dejó.
Pensando en el bien común, el conocimiento y la posible ayuda a otras iguanas, la llevé al veterinario para que le practicara una necropsia, avisando que la recogería para enterrarla en el jardín de casa de mi madre.
La llevé en su caja habitual; una caja grande y larga de cartón, de esas de los lotes de navidad con jamón, que era en la única que cabía apenas, con la cola algo enroscada. Envuelta en una toalla y con otro paño grande doblado por si era necesario. Me despedí de ella.
Al día siguiente fui a recogerla y conduje hasta la casa de mi madre, que tiene el jardín.
Cuando el agujero estaba hecho, abrí la caja y lo que me encontré no tiene palabras. Ahí estaba mi iguanita, sin tapar, sobre la tela doblada, con la toalla dejada caer encima, y abierta como un pescado, chorreando, sin haberla dado ni un punto de sutura en el vientre.
Os podéis imaginar la escena, el dolor, la indignidad…. Mi madre casi se desmayó.
La respuesta del veterinario, el “prestigioso” Andrés Montesinos de la Clínica los Sauces de Madrid, era que pensaba que no iba a volver a abrir la caja….
En cualquier caso, y tras 10 años de tratar con el animal, es una indecencia dejar un animal así, ni siquiera coserla, ni siquiera envolverla……
Indecentes, indeseables, indignos es lo mínimo que se oyeron.
No quiero ni imaginar dónde o como acabarán los fallecidos que los dueños no los recogen de las clínicas para que ellos se hagan cargo de su animalito querido.
No se lo perdonaré en la vida, y por supuesto, nunca volveré por allí, a pesar de que tengo otros animales “exóticos”.
No pongo las fotos por respeto a vosotros y a mi iguana.
Hace cinco días se murió. Tenía 13 años y medio.
Los últimos tres años ha estado delicada de salud, con distintos episodios raros y graves de los que ha ido saliendo airosa, y no puedo decir que solo gracias a su veterinario. Días y meses de inyecciones y medicamentos, ahora antibiótico, ahora antiinflamatorios, ahora diuréticos, ahora que si tiene la tensión alta, ahora que si el riñón ya no va, ahora que se le ha perjudicado el hígado, y con los que lejos de mejorar, el animal empezaba a fallar por un lado y otro. (sin mencionar los miles, y digo bien, miles de euros gastados, que no han sido mil, ni dos mil….)
Entre tratamiento y tratamiento, mis cuidados permanentes, días y días sin dormir, sin salir de casa, consultas hasta al extranjero, falta de diagnósticos claros, sentido común y sus ganas de vivir, conseguí que saliera de todos estos procesos y mantenerla con una buena calidad de vida, hasta que el pasado día 26 me dejó.
Pensando en el bien común, el conocimiento y la posible ayuda a otras iguanas, la llevé al veterinario para que le practicara una necropsia, avisando que la recogería para enterrarla en el jardín de casa de mi madre.
La llevé en su caja habitual; una caja grande y larga de cartón, de esas de los lotes de navidad con jamón, que era en la única que cabía apenas, con la cola algo enroscada. Envuelta en una toalla y con otro paño grande doblado por si era necesario. Me despedí de ella.
Al día siguiente fui a recogerla y conduje hasta la casa de mi madre, que tiene el jardín.
Cuando el agujero estaba hecho, abrí la caja y lo que me encontré no tiene palabras. Ahí estaba mi iguanita, sin tapar, sobre la tela doblada, con la toalla dejada caer encima, y abierta como un pescado, chorreando, sin haberla dado ni un punto de sutura en el vientre.
Os podéis imaginar la escena, el dolor, la indignidad…. Mi madre casi se desmayó.
La respuesta del veterinario, el “prestigioso” Andrés Montesinos de la Clínica los Sauces de Madrid, era que pensaba que no iba a volver a abrir la caja….
En cualquier caso, y tras 10 años de tratar con el animal, es una indecencia dejar un animal así, ni siquiera coserla, ni siquiera envolverla……
Indecentes, indeseables, indignos es lo mínimo que se oyeron.
No quiero ni imaginar dónde o como acabarán los fallecidos que los dueños no los recogen de las clínicas para que ellos se hagan cargo de su animalito querido.
No se lo perdonaré en la vida, y por supuesto, nunca volveré por allí, a pesar de que tengo otros animales “exóticos”.
No pongo las fotos por respeto a vosotros y a mi iguana.